TERCIOPELO AZUL


David Lynch

Estados Unidos, 1986



Esta magnífica película de David Lynch casi puede clasificarse como road-movie. 'Terciopelo Azul' es un enigmático viaje al lado más oscuro de la sociedad o lo que es lo mismo a lo más tenebroso del propio ser humano.

El arranque de la película es descaradamente irónico. Lynch construye una imagen muy amable, casi de cuento, de la sociedad americana con apenas 3 o 4 planos, para pasar de inmediato a desmontarla implacablemente: primero con el accidente del padre de Jeffrey (el plano de ese perro bebiendo agua de la manguera y el de los insectos en el jardín), y luego con el hallazgo de la oreja. David Lynch nos introduce metafóricamente en la oreja, entrando en otro mundo, ese 'mundo extraño' del que hablan Jeffrey y Sandy varias veces en la película. Un mundo que no es el suyo pero en el que se ven involucrados por su curiosidad, su locura y, por qué no, su ignorancia. Un mundo que Lynch construye con mano maestra: una oscura fotografía, una inquietante música (de Badalamenti, su compositor habitual) y unos diálogos llenos de crudeza.

Los actores están maravillosos. Kyle MacLachlan (Jeffrey) y Laura Dern (Sandy) interpretan unos personajes que rebosan ingenuidad y espíritu aventurero. Unos personajes aparentemente movidos por su curiosidad, aunque internamente lo que ellos desean (cada uno a su estilo) es la consecución de la felicidad. Pero mención aparte merecen Isabella Rossellini (Dorothy) y Dennis Hopper (Frank) que construyen unos personajes llenos de asombrosos matices. En el personaje de Dorothy podemos contemplar hasta dónde es capaz de llegar una madre por amor a sus hijos, pocas veces el dolor de una madre ha quedado tan cruelmente plasmado en la pantalla grande. Y ¿qué decir de Frank? Sin duda, uno de los malos más inquietantes de la historia del cine precisamente por lo que tiene de real.

Al final de la película Lynch nos hace recorrer el camino de vuelta. Salimos (ahogados por la angustia) de ese 'mundo extraño' que no es el nuestro y es el nuestro, con un plano que nos saca de la oreja. Entonces Lynch retoma los planos iniciales en orden inverso y curiosamente vamos despertando de una pesadilla, nos introducimos en la América bonita y dejamos en segundo plano todo lo ocurrido anteriormente. La secuencia final es una de las más emocionantes de la historia del cine terminando con la cámara elevándose al cielo tras haber bajado a los infiernos. Una película llena de sensaciones que puede molestar profundamente a unos y encantar a otros. Probablemente la mejor película de David Lynch.